Hijos queridos de Mi Santa
Madre. Viene el día de la Inmaculada Concepción de Mi queridísima Madre y deseo
que la honréis una y otra vez, porque nadie como Ella os ama después de Mí
mismo. Bien se merece la que fue Reina de los Mártires que se le hagan honores,
pero lamentablemente cada vez más relegáis esos honores para dedicaros a
cosas paganas y a diversiones a veces ofensivas a Su Inmaculado Corazón y a Mí.
Yo, Jesús, os hablo.
¿Quién no espera que en su
día lo feliciten y lo agasajen? Mi Madre no sólo debe ser felicitada y
agasajada un día al año sino todos los días del año, porque Ella os trajo con
su “Fiat” la salvación al mundo y Yo Me hice Carne en sus purísimas entrañas,
parece que todo esto cada vez más lo tenéis olvidado.
Hablad más de cosas santas
que de política, que de deportes, que de dietas, parece que solo las cosas de
este mundo os llenan el corazón y, luego vienen las depresiones por unas pruebecillas
de nada, así que hijos, hablad y desead las cosas del Cielo y olvidaros un poco
de las de la Tierra, porque de la abundancia del corazón habla la boca (Mt
12,34). Yo, Jesús, os hablo.
Bienaventuradas aquellas personas
que trabajan por Mi gloria, Yo las bendeciré eternamente y, deseo que todo lo
que hagan por Mí lo hagan con recta intención, sea poco, sea mucho, porque no
es la cantidad lo que Me vale sino la intención y el amor que se pone en lo que
se hace por Mí. Mi Santa Madre no fue una
persona notoria en la sociedad, la esposa de un carpintero y lo mismo Mi padre
José, y sin embargo, están encumbrados en el Cielo como nadie lo está, porque
ellos murieron a las cosas del mundo para dedicar todo su tiempo, sus
pensamientos y sus deseos a las cosas de Dios. Y vosotros, hijos de Mi Santa
Madre, debéis imitarla en todo y, aunque sea poco lo que la imitéis, con el
tiempo y con Mi gracia ya os inspiraré Yo cada vez más.
Aguantaros de una contestación
desairosa, duplicad vuestra paciencia, no seáis soeces en las conversaciones,
sed castos y santos en todo momento, mirad que vuestra Santa Madre os ve y la herís
sensiblemente si os ve chabacanos y triviales. Yo no os niego Mi gracia pero
una vez más os digo que tenéis que colaborar. Si vais a una tienda a comprar
algo y no pagáis, es casi seguro que no os dan lo que pedís, por tanto,
nosotros desde el Cielo pedimos vuestra colaboración y, aunque no siempre consigáis
venceros, al menos tened la recta intención de hacer las cosas a nuestro gusto,
los primeros en beneficiaros seréis vosotros y después todo el Cuerpo Místico
del que formáis parte. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.
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