Hijos Míos, si
pudieseis contemplar desde Nuestra perspectiva el planeta Tierra y su
degradación, os preguntaríais porque Dios no lo ha eliminado ya. Yo, María
Santísima, os hablo.
Siempre ha habido
pecados y grandes pecadores. Siempre ha habido batallas del bien contra el mal,
pero ahora hijos, es una época y una situación como nunca se ha visto. Los
niños pierden la inocencia antes de tiempo por la despreocupación de los padres
que poco miran por ellos. Los ancianos en los umbrales de su muerte, piensan en
placeres para los que ya no están aptos por sus incapacidades y limitaciones.
Pocos se plantean que su fin está muy próximo. Las mujeres no saben ya lo que
es el pudor y con el consentimiento y hasta el orgullo de sus esposos o padres
(si aun viven en la casa paterna) van por las calles que abochornan al Cielo
por el poco pudor que tienen a la hora de vestir. Yo, María Santísima, os
hablo.
Debéis rezar mucho los
que veis estas cosas y os escandalizan, para que la luz de Dios se anteponga a
las tinieblas de Satanás. Las almas viven sumergidas en profundas tinieblas, y
cada vez más están más adentrados en ellas. Mirar a este planeta desde el Cielo
es horrorizarse, porque la ley de Dios muchos ni siquiera la conocen, y otros
muchos más, conociéndola, la ignoran y hasta la atacan, como si Dios en su
infinita sabiduría fuera el que esté equivocado. Yo, María Santísima, os hablo.
Ya no os gustan la
vida y ejemplos de los santos que llegaron tan lejos a base de luchar contra su
propia voluntad. Las tentaciones son las mismas ahora que antes, pero ahora se
deja caer en ellas y no se las ataca para vencerlas. Ahora el esfuerzo se ha
erradicado de vuestras vidas, y lo que os trae el enemigo de las almas lo aceptáis
sin resistencia alguna. Fácil lo tiene ahora Satanás que no os sobreponéis a
ninguna tentación y cedéis a ellas conformemente y sin importaros. Por eso
hijos, vuestro castigo será inmenso, porque el castigo es según la culpa y tenéis
mucha culpa en todos los estados y colectivos, incluidos en la Iglesia. Porque
muchos sacerdotes no predican el Infierno, solo saben decir que Dios es misericordia y Padre pero no dicen que Dios es justo y Juez
y que de su justicia nadie se burla, ni los niños, ni los mayores, ni hombres,
ni mujeres. Yo, María Santísima, os hablo y os advierto. Paz a todo aquel que
leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.
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