Nos quejamos de que el mal ha tomado una gran dimensión en todos los colectivos, pues se ha perdido la conciencia de pecado. Consecuencia de esto es el alejamiento de Dios. Nos hemos apartado de Él y vamos a nuestro arbitrio. La Virgen, que vivió tan unida a Dios, nos da el consejo para evitar todo esto, consejo que no podemos relegar: HACED LO QUE ÉL OS DIGA. Y sólo cuando hagamos lo que Dios nos dice, las cosas cambiarán. Mientras, el mal seguirá avanzando. Acatemos pues lo que la Virgen nos dice, Ella nos ayudará. contador de visitas

27 de octubre de 2017

NADA HAY QUE ABOMINE MÁS EL ENEMIGO DE LAS ALMAS QUE VAYÁIS A CONFESAR



Hijos de Dios, Me comunico de nuevo con vosotros y deseo que todo lo que se os dice lo pongáis en práctica. Yo, Jesús, os hablo.

Hoy os quiero hablar del valor tan grande que es el Sacramento de la Penitencia. Muchos no la valoráis en lo que en sí vale, pero por una sola confesión bien hecha se han salvado muchas almas eternamente, fijaos bien el poder y el valor que tiene ese sacramento cuando se hace en las debidas disposiciones, que lamentablemente no todos la hacéis como debe ser.

Empezad por los pecados más vergonzosos y más graves, si los dejáis para el final pueden olvidarse y podéis también rehuirlos, por tanto hijos, empezad al ir a confesar, confesando primero todo aquello que más os avergüenza. Es bueno que vayáis con vergüenza al confesionario, señal que sabéis ver el mal que hicisteis y el arrepentimiento que ello os produce. Tan pronto salís del confesionario y después de haber hecho una buena confesión, el sacerdote ya no recuerda ni piensa lo que le habéis dicho. Sed muy muy sinceros, y ante algún pecado que tengáis duda tanto si es mortal o no, confesadlo también, así esa duda no os molestará el resto de los días. Yo, Jesús, os hablo.

Nada hay que abomine más el enemigo de las almas que vayáis a confesar. Él os quita la vergüenza para pecar pero os la pone para confesar los pecados cometidos. El desea que no confeséis nunca y así os tiene bien atrapados, porque un pecado no confesado trae otro y otro y lo vais dejando para confesaros más adelante y a muchos os puede sorprender la muerte en ese estado de pecado que os puede llevar al abismo infernal eternamente.

Yo os di ese sacramento para vuestra paz, para los que tienen escrúpulos de conciencia, porque cuando el confesor os dice vete en paz que Dios te  ha perdonado, eso es lo que ocurre, Yo os perdono y Me valgo del confesor para ello. Pero insisto, no dejéis ni un sólo pecado de confesar, y si se os olvida alguno confesadlo más adelante, pero procurad que los pecados mortales no se os olvide y si los tuvierais que llevar apuntados en un papel, llevadlos, porque debéis hacer una buena confesión para que salgáis limpios de inmundicia y se os aumente la gracia santificante que en todo sacramento aumenta, también en éste. Yo, Jesús, os hablo.

Invocad antes de confesaros al Espíritu Santo y pedid también para el confesor la luz del Espíritu Santo, y pedid también ayuda a vuestra Santa Madre María refugio de pecadores, consuelo de afligidos, y también a San José cuya bondad y poder en el Cielo son inmensos. Pero hijos, no hagáis una mala confesión porque encima de que no os valdrá, aumentareis el mal de vuestra alma con un sacrilegio. Yo, Jesús, os hablo y os informo. 









20 de octubre de 2017

¡AY HIJOS! QUE PACIENCIA LA MÍA



Mis pequeños hijitos, ¿qué padre si es bueno abandona a sus hijos en la tribulación, en los días de prueba o en la enfermedad? Sabéis -y muchos de vosotros sois padres- que un padre o una madre buenos no se desentienden de los problemas de sus hijos, antes bien, los sobrellevan junto a ellos y los animan a no sucumbir en el pesimismo. Yo, Jesús, os hablo.

Vosotros que sois malos sabéis ayudar a vuestros hijos en todo momento (Lc 11, 13-15), Yo, hijos Míos, que Soy la misma bondad ¿no sabré ayudaros a vosotros en vuestros días de prueba? ¿Me creéis un ogro o un tirano? Deseo más que vuestros buenos padres el bien para vosotros y Yo siendo Todopoderoso os lo puedo dar. Por tanto hijos, creed que puedo y que además quiero. A cambio os pido fe, confianza en Mí, en Mi Santa Madre, en San José, y en todos los santos que invoquéis, porque Nosotros oímos vuestros gemidos y lamentaciones y sabemos muy bien de que adolecéis. Y vosotros, hijos de Dios, debéis de creer en Nuestra bondad, en Nuestro amor y misericordia y no torturados con vuestra situación, porque Yo nunca os daré lo que sea superior a vuestras fuerzas, y aun así, no os faltará Mi gracia para superarlo. Yo, Jesús, os hablo.

El problema lo creáis vosotros con vuestros criterios terrenales que nada tienen que ver con los del Cielo. Vosotros hijos, queréis hacer las cosas a vuestro estilo y Me queréis atar las manos para que las cosas os salgan como vosotros queréis y no como Yo deseo. Yo deseo más y mejor que vosotros vuestro bien y santidad, pero eso no lo queréis entender, porque pensáis que si os sale bien todo según las cosas terrenales es que os amo mucho, pero si ya esos planes no os cuadran, pensáis que os he olvidado.

¡Ay hijos! Que paciencia la Mía. No entendéis nada de nada, no sabéis valorar cuando Yo, Jesús, el Redentor, os visito con la cruz, y os la pongo en vuestros hombros como Yo la llevé, para que al igual que Yo y para que os parezcáis más a Mí ante la vista de Mi Padre Eterno, seáis otros “cristos” en la Tierra. Quien se mantiene en la prueba en fe, en Mi amor, en disponibilidad en Mis planes divinos, ese Me da una gloria que ni él mismo podría sopesar en esta vida. Así que hijos, creed en Mí en todo momento, en tribulación y en bienestar y permaneced en Mi amor (Jn 15, 9-11) para que deis mucho fruto. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.









14 de octubre de 2017

QUE VUESTRA MIRADA SEA HACIA ARRIBA, HACIA LAS COSAS CELESTIALES



Hijos benditos de Dios, muchos de vosotros lleváis un sufrimiento inmenso por la situación de la Iglesia, de la Patria y de la sociedad en sí, y Yo os digo, que ese sufrimiento que os produce el que haya tanto desorden, discordia y tanto caos, no se pierde a los ojos de Dios y Él lo coge y lo aplica a colectivos y almas que están a punto de perderse eternamente. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

En todos los siglos Dios ha escogido a personas que padeciendo por los desórdenes de la sociedad y de la Patria ha aplicado sus sufrimientos a la misma, y aunque ellas no lo sepan, sus lágrimas y sinsabores sirvieron mucho en los planes divinos porque sufrieron de corazón, sin interés alguno por ellas mismas y con el deseo inmenso de ayudar a las situaciones caóticas que vivieron o que viven. Ello es gracia que Dios os da y sois almas escogidas para ayudar al bienestar y a la paz de la sociedad y de la Patria. No os quejéis con palabras soeces ni juzguéis a nadie, simplemente sufrid en silencio ante la mirada divina y ofreced toda la angustia que estos desórdenes os producen. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Invocad mucho a la Santísima Virgen, Capitana y Victoriosa en muchas batallas. Sed fervientes devotos de Ella y ofrecedle novenas, Rosarios y sacrificios. Ella es la administradora del Cielo y todo se lo presenta a Dios con  Sus inmaculadas manos, y Dios lo aplica a las necesidades más urgentes que existan en esos desórdenes. Hijos, no os desaniméis, el sufrimiento es moneda de gran valor y es tan necesario para las almas como la oración, por tanto, sed generosos y ofrecedlo a Dios, no lo evadáis, no reneguéis  de él cuándo os venga, simplemente aceptadlo y ofrecedlo a Dios por el bien de la Humanidad entera. Y si esto os lo digo a vosotros los seglares, mucho más os lo hago saber a los sacerdotes porque vuestro poder ante Dios en el Cielo es inmenso si sabéis ser en esta vida otros “cristos” que acepten la cruz, la persecución y todo aquello por lo que sois atacados. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

El Cielo entero, Ángeles y bienaventurados están con vosotros, con todos aquellos que sufrís por los desórdenes, la apostasía, la idolatría y todo lo que no son cosas de Dios, porque hoy el poder y el dinero han reemplazado a Dios y así os va. Hijos, no pongáis vuestro corazón en cosas caducas y terrenales, que vuestra mirada sea hacia arriba, hacia las cosas celestiales y vuestras obras sean consecuentes con Dios y todo Su Magisterio y Evangelio. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo.