Hijos de Dios, Me
comunico de nuevo con vosotros y deseo que todo lo que se os dice lo pongáis en
práctica. Yo, Jesús, os hablo.
Hoy os quiero hablar
del valor tan grande que es el Sacramento de la Penitencia. Muchos no la
valoráis en lo que en sí vale, pero por una sola confesión bien hecha se han
salvado muchas almas eternamente, fijaos bien el poder y el valor que tiene ese
sacramento cuando se hace en las debidas disposiciones, que lamentablemente no
todos la hacéis como debe ser.
Empezad por los
pecados más vergonzosos y más graves, si los dejáis para el final pueden
olvidarse y podéis también rehuirlos, por tanto hijos, empezad al ir a
confesar, confesando primero todo aquello que más os avergüenza. Es bueno que
vayáis con vergüenza al confesionario, señal que sabéis ver el mal que hicisteis
y el arrepentimiento que ello os produce. Tan pronto salís del confesionario y
después de haber hecho una buena confesión, el sacerdote ya no recuerda ni piensa
lo que le habéis dicho. Sed muy muy sinceros, y ante algún pecado que tengáis
duda tanto si es mortal o no, confesadlo también, así esa duda no os molestará
el resto de los días. Yo, Jesús, os hablo.
Nada hay que abomine más el enemigo de las almas que vayáis a confesar. Él os quita la vergüenza para
pecar pero os la pone para confesar los pecados cometidos. El desea
que no confeséis nunca y así os tiene bien atrapados, porque un pecado no
confesado trae otro y otro y lo vais dejando para confesaros más adelante y a
muchos os puede sorprender la muerte en ese estado de pecado que os puede llevar
al abismo infernal eternamente.
Yo os di ese
sacramento para vuestra paz, para los que tienen escrúpulos de conciencia,
porque cuando el confesor os dice vete en paz que Dios te ha perdonado, eso es lo que ocurre, Yo os
perdono y Me valgo del confesor para ello. Pero insisto, no dejéis ni un sólo
pecado de confesar, y si se os olvida alguno confesadlo más adelante, pero
procurad que los pecados mortales no se os olvide y si los tuvierais que llevar
apuntados en un papel, llevadlos, porque debéis hacer una buena confesión para
que salgáis limpios de inmundicia y se os aumente la gracia santificante que en
todo sacramento aumenta, también en éste. Yo, Jesús, os hablo.
Invocad antes de
confesaros al Espíritu Santo y pedid también para el confesor la luz del Espíritu
Santo, y pedid también ayuda a vuestra Santa Madre María refugio de pecadores,
consuelo de afligidos, y también a San José cuya bondad y poder en el Cielo son
inmensos. Pero hijos, no hagáis una mala confesión porque encima de que no os
valdrá, aumentareis el mal de vuestra alma con un sacrilegio. Yo, Jesús, os
hablo y os informo.
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