Almas queridas de Mi Inmaculado
Corazón. Soy vuestra Madre que desde el Cielo os doy un toque de atención. Almas
queridas de Dios y de Mi divino Hijo, debéis de ir por el mundo con el corazón
limpio de podredumbre, de rencores, de pecados de toda clase, porque si Yo
fuera una Madre con un Corazón lleno de pecados y de malas hierbas ¿qué pensaríais de Mí? Yo, María Santísima, os
hablo.
Me amáis y Me veneráis porque veis
que Soy un santa Mujer que cumplió en todo momento la voluntad de Dios, y acudís
a Mí a cantarme, a rezarme el Rosario, pero pocos Me imitáis en la santidad,
porque vuestra santidad está muy condicionada a como os salgan las cosas.
Si las cosas os salen bien entonces estáis
eufóricos, dais gracias a Dios y os acercáis a la Iglesia. Pero si las cosas se
os tuercen, entonces ya os alejáis de Dios y hasta dudáis de Su amorosa
paternidad. ¿Qué pensaríais vosotros si vuestros hijos os hicieran eso? Si ellos
solo os quisieran o acudieran a vosotros cuando los servís o les ayudáis en sus
necesidades, y se alejasen de vosotros si algo les saliera mal, ¿qué pensaríais?
Vosotros deseáis lo mejor para ellos pero no siempre se lo podéis dar. En el Cielo,
siempre y cada uno de los bienaventurados, también desean lo mejor para las
almas, pero no siempre lo podemos dar, no porque no tengamos poder para ello,
porque Dios todo lo puede y escucha las suplicas de los bienaventurados y las Mías,
sino porque a veces permitir en vosotros una contrariedad, una frustración de
algo que esperabais y no conseguís, es para vuestras almas un bien que no veis
ni entendéis, pero que con el tiempo así será. Un bien que para el sendero de
la Vida Eterna os beneficia, porque hijos, tened muy claro que todo el Cielo
desea la salvación de vuestras almas, no el que seáis felices en esta Tierra así
como así, sino que todo lo que tengáis en la Tierra -sean bienes o cruces- os
sirvan para la salvación de vuestras
almas. Yo, María Santísima, os hablo.
En Mi vida Dios también permitió que
Mi esposo y yo tuviéramos cruces y bien duras. La cruz es un atajo para la Vida
Eterna y un medio excelente para crecer en toda clase de virtudes, cuando se
acepta y se ofrece a Dios. No os sintáis frustrados ni os alejéis de Dios si
las cosas no os salen a vuestra medida, más bien creed que todo lo permite Él
para vuestro bien, el de vuestra familia y sobre todo para la salvación de
vuestra alma. Yo, María Santísima, os hablo y os instruyo. La paz de la Santísima
Trinidad esté con todos vosotros.
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