Hijos Míos, el Cielo entero está afligido por
lo que ven en vosotros, esa dejadez, esa acidia por no querer salir del pecado,
del vicio, de la imperfección y hasta en los conventos donde deberían de ser escuelas
de amor y perfección, se ven situaciones de envidias, rencillas y chismorreos.
Yo, Jesús, os hablo.
Habéis nacido para servirme en esta vida y
después gozar la bienaventuranza eterna en la otra junto a Mí, junto a Mi Santa
Madre, vuestros Ángeles Custodios y todos los bienaventurados, pero malgastáis
el tiempo en esta vida tan afanados en asuntos materiales, que si bien algunos
son importantes, vosotros aún les dais más importancia de la que tienen.
Hijos,
¿cómo os puedo convencer de que debéis de cambiar de costumbres y de tener vida
espiritual? Leed el Santo Evangelio, leed libros espirituales que os nutran la
mente de consejos y reflexiones sabias, no os dediquéis solo a ver la
televisión, esos programas degradantes que no solo no os enriquecen sino que os
influyen tan negativamente en vuestros criterios y costumbres. Sed personas más
espirituales. Hay quienes pasan días y días sin santiguarse ni una sola vez, y
cuando os acordáis de Mí lo hacéis para criticarme o juzgarme. Pero Yo, hijos,
sigo esperándoos un día y otro y otro. Espero cada día que tengáis una palabra
de afecto hacia Mí o de agradecimiento, espero que entréis en una Iglesia y Me
hagáis aunque solo sea una genuflexión, espero que miréis una imagen de Mi
Santa Madre y le digáis algo agradable, no Me hagáis esperar en vano. Yo, Jesús,
os hablo.
Tengo hambre y sed de vosotros, de vuestros
afectos, de vuestro agradecimiento, de vuestro respeto y amor, pero no hijos,
no, no Me dais nada y os tendré que decir también a vosotros: tuve hambre y no Me disteis de comer, tuve
sed y no Me disteis de beber (Mt 25,35). Por tanto hijos de Mi divino Corazón, llegaos
a Mí y habladme. Entrad a un Templo y poned a Mis pies vuestros asuntos y
problemas, aunque sean materiales, encomendádmelos, Yo ayudo siempre a quienes
vienen a Mí de corazón y Me piden ayuda. Os falta fe porque no la alimentáis
con visitas al Santísimo, con diálogos Conmigo, con santas lecturas, con la
Palabra Divina. La poca fe que tenéis se apaga como el pábilo de una vela y
cuando se os apague del todo, habréis perdido el tesoro mayor que un ser humano
pueda tener. Yo, Jesús, os hablo.
Hijos, no deis lugar a ello, proponeos unas
santas y espirituales costumbres aunque sean pocas y cortas. Una visita al Sagrario
siempre que podáis aunque solo sea un minuto. Un Avemaría antes de acostaros,
un santiguarse de vez en cuando, sobre todo en las tentaciones. Hijos, pocas
cosas, pero hechas con constancia y de corazón os valdrán para aumentar vuestra
fe y amor hacia Mí, porque Yo os supliré con Mi gracia y no os dejaré. Yo, Jesús,
os hablo y os instruyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario