VISIÓN DEL
INFIERNO SEGÚN TESTIMONIO DE SANTA FAUSTINA KOWALSKA
Santa Faustina
Kowalska, monja polaca canonizada por el Papa San Juan Pablo II vio el Infierno
en 1936. Aquí está lo
que cuenta en su diario:
Hoy fui llevada
por un Ángel a las profundidades del Infierno. Es un lugar de gran tortura;
¡qué imponentemente grande y extenso es! Estos son los tipos de torturas que
vi:
La primera
tortura que constituye el Infierno es la pérdida de Dios;
La segunda es el eterno remordimiento de conciencia;
La tercera es que la condición de uno nunca cambiará;
La cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios;
La quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto;
La sexta es la compañía constante de Satanás;
La séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias.
La segunda es el eterno remordimiento de conciencia;
La tercera es que la condición de uno nunca cambiará;
La cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios;
La quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto;
La sexta es la compañía constante de Satanás;
La séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias.
Éstas son las
torturas sufridas por todos los condenados juntos, pero esos no son los únicos
sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares.
Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos
terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay
cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me
habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me
hubiera sostenido. Debe el pecador saber que será torturado por toda la
eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. Estoy escribiendo esto
por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo
que no hay ningún Infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto
nadie puede decir cómo es.
Yo, Sor
Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del Infierno para que
pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No
puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por
escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero orden de Dios tuvieron
que obedecerme. Lo que he escrito es una
sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las
almas que están allí son de aquéllos que no creyeron que hay un Infierno.
Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren
las almas allí! Por consiguiente, oro aún más fervorosamente por la conversión
de los pecadores.
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