Hijos Míos, vosotros
que os quejáis de sufrimiento, de cruces, de pruebas, ved que Yo os dejado un
legado que es un tesoro y que no hay otro comparable a él. Yo, Jesús, os hablo.
Refugiaos hijos,
refugiaos en el Corazón Inmaculado de Mi Madre. Ella es refugio de pecadores y
consuelo de los afligidos. Ella os espera y desea ayudaros en todo. Acudid a
Ella con el deseo y la fe de que nadie como Ella os ayudará. Porque Ella es
Madre, la Madre más santa de todas las generaciones, y una madre, nunca
abandona a sus hijos pero mucho menos en la tribulación.
Lo que os pasa que os
falta fe en Ella y perseverancia. Si acudís a Ella y las cosas no os salen como
desearais, aceptadlas tal cual, que Yo Dios Altísimo tengo Mis momentos que
nada tienen que ver con los vuestros. Confiad hijos, confiad en que ni Mi Madre
ni Yo os vamos a abandonar, pero tampoco seáis vosotros los que nos abandonéis,
porque deseáis que las cosas sean tan pronto como las pedís, y Yo tengo Mi
tiempo y Mis planes, que siempre son más beneficiosos que los vuestros. Yo,
Jesús, os hablo.
Es precisamente
cuando las cosas no os salen satisfactoriamente como desearais cuando tenéis que
hacer uso de la fe y creer que aun así, que aunque las cosas sean oscuras por
las circunstancias, Yo hijos Míos, no aparto Mi mirada de vosotros y a todos os
amo con verdadera locura. Esto es lo primero que tenéis que creer: que os amo. Que Me importáis mucho más
de lo que os importáis a vosotros mismos. Que Mi amor es inmutable y que si en
las dulzuras o bendiciones que os doy creéis en este amor, también tenéis que
seguir creyendo en la amargura, porque amarguras pasamos Mi Madre y Yo y ni un momento
dejamos de creer en el amor del Padre Celestial. Yo, Jesús, os hablo.
Si un alma Me tiene
fe en la consolación y ello Me alegra, mucho más Me alegra y Me consuela cuando
Me tiene fe en la amargura, además Me repara sus pecados e imperfecciones. La
fe es el don que más Me tenéis que pedir, porque la fe, hijos Míos, mueve
montañas, y puede cambiar la oscuridad en una luz deslumbrante. Que tengáis Mi
paz y la tengáis en abundancia, porque no deseo para nada amargaros la
existencia, lo que deseo es que os salvéis y lleguéis a la eternidad. De ahí,
que tenga que intervenir con hechos que no entendáis y que creáis que os son adversos.
Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.
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