Nos quejamos de que el mal ha tomado una gran dimensión en todos los colectivos, pues se ha perdido la conciencia de pecado. Consecuencia de esto es el alejamiento de Dios. Nos hemos apartado de Él y vamos a nuestro arbitrio. La Virgen, que vivió tan unida a Dios, nos da el consejo para evitar todo esto, consejo que no podemos relegar: HACED LO QUE ÉL OS DIGA. Y sólo cuando hagamos lo que Dios nos dice, las cosas cambiarán. Mientras, el mal seguirá avanzando. Acatemos pues lo que la Virgen nos dice, Ella nos ayudará. contador de visitas

10 de abril de 2018

MILES Y MILES Y MILES DE ALMAS SE SALVAN POR LA DIVINA MISERICORDIA


Hijos Míos, mañana es el día de la Divina Misericordia y no podéis imaginar el abismo insondable que es la Misericordia de Dios. Yo, María Santísima, os hablo.

Miles y miles y miles de almas se salvan por la Divina Misericordia. Yo que veo hasta donde llega esta Misericordia no sabría explicaros con palabras la grandeza de este atributo. Dios es Amor y diciendo eso se dice todo de la Santísima Trinidad. Porque si el Padre es Amor, el Hijo también lo es y lo mismo el Espíritu Santo. Las Tres divinas Personas son Amor y todo Su deseo es la salvación de las almas, cuyo Espíritu Santo, las persigue para ayudarlas y guiarlas en el camino de salvación que deben recorrer.  A vosotros hijos Míos, os están vedados muchas veces los planes divinos, pero Dios saca un bien de un mal y aquello que os horroriza cuando os enteráis de algo que ha sucedió a alguien muy querido, aquello es gracia de Dios, si el alma sabe aceptar con fe y voluntad lo que el Señor disponga para ella.

Todo lo que os sucede sabiéndolo llevar es para vuestro bien, si ya vivís en estado de gracia para mayor corona, si vivís en pecado para que os convirtáis, y así, es todo en lo planes divinos. Él reserva el castigo que su justicia requiere para la otra vida, y creedme, que le duele mucho tener que emplear Su justicia en seres que el Altísimo ha creado y que Su Hijo ha redimido, porque Dios os ama a todos y por todos dio la vida. Yo, María Santísima, os hablo.

Nunca dudéis del amor divino, ¡nunca! porque el amor que os tiene la Santísima Trinidad no hay amor comparable a él y, en esta vida aunque juntéis el amor de todos los seres que os quieren es una pequeña chispa comparado con el amor infinito e inmutable que Dios, Uno y Trino os tiene. Creedlo así y veréis como nunca perdéis la paz, porque ya el demonio se encarga de meteros la cizaña para descorazonaros, y si pudierais ver con los ojos del alma la auténtica realidad, veríais que amor tan inmenso os tiene Dios Altísimo, tanto en las cosas negativas como en las positivas, Él todo lo dispone para vuestro bien y mayor santidad, y para los que viven en pecado para que se laven en el Sacramento de la Penitencia. Yo,  María Santísima, os hablo.

Meditad hijos, meditad los misterios de nuestra vida, la de San José y la Mía, y todo lo que pasamos también. No todo fue fácil. Mi gestación que no comprendía Mi esposo José. El nacimiento del Niño sin encontrar posada adecuada. La profecía del anciano Simeón,  la huida a Egipto. La matanza de los niños pequeños e inocentes. La pérdida del Niño Jesús y encontrado en el Templo. Nuestra vida fue también un cúmulo de pruebas, y siempre las aceptamos y las sufrimos viendo en todo la voluntad de Dios. 

Así que hijos, Dios os ama hasta la saciedad, Su amor es infinito, no reneguéis de Él en las pruebas, ni le deis la espalda cuando Él lo que más desea es mayor corona para vosotros. Sed almas de disponibilidad a la voluntad divina e imitadme a Mí que supe en todo momento aceptar la voluntad de Dios. Yo, María Santísima os recuerdo todo esto para vuestra contemplación y para que Me imitéis. La paz de la Santísima Trinidad esté con todos vosotros.









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