Hijos de los hombres. Caminad rectos por caminos de
virtud y santidad para que al final de vuestra existencia, obtengáis el premio
al que ha sido fiel a Dios. Yo, Miguel Arcángel, os hablo.
Todos al ser creados fuimos probados para merecer o
no el Cielo, y aquel que fue fiel a Dios hasta en los más insignificante, ganó
la bienaventuranza eterna. Vuestra prueba no es como la de los Ángeles, y a
vosotros hijos de los hombres, se os aplica la misericordia, porque Dios sabe
muy bien de vuestra flaqueza y limitaciones, pero aun así, debéis esforzaros para
conseguir el premio final, como se esfuerza un deportista para llegar a la meta y obtener el galardón.
Ahora como dependéis de un cuerpo inclinado al mal,
al relax, a la comodidad, os resulta muy costoso sobreponeros a las malas
inclinaciones. Pero decidme ¿es costoso apagar la televisión cuando veis
escenas eróticas u obscenas en la pantalla? ¿Es costoso cumplir con vuestros
deberes cuando sabéis que al final de la jornada os espera el bien merecido
descanso? ¿Es costoso callar ante una discordia familiar o conyugal cuando sabéis
que si la fomentáis va a ser un caos en vuestra familia? ¿Es costoso en el
trabajo no seguir la insidias de algún compañero o compañera que lo que tratan
es provocaros?
Invocadme a menudo contra todas estas tentaciones
que son cotidianas, y que debéis vencer sobreponiéndoos a todas las malas
sugerencias que el enemigo mortal de las almas os trae. Pronunciad el santo
nombre de MARIA. Invocadme a mí, a las Santas Llagas y poder de la Sangre de
Cristo y poned vuestra voluntad en lo que esté de vuestra parte, veréis como el
camino de la virtud no es tan escabroso como os lo presenta vuestra imaginación
y el perdedor de las almas. Yo, Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia
Celestial, os hablo y os instruyo. La paz de Dios a todo aquel que leyendo este
mensaje lo cree y lo pone en práctica.
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