Tristemente una persona
que pasa su vida ignorando a Dios, no contando con Él para nada, es alguien que
ha perdido muchas gracias y bendiciones. Yo, Jesús, os hablo.
Su vida se ha quedado
solo en el plano humano con asuntos materiales y terrenales, pero sin ninguna
mirada ni trascendencia hacia lo celestial. Son almas que si las cosas les
salen bien se lo atribuyen a sus buenas gestiones, no piensan para nada en que la
Providencia divina les ayudó. Ni una sola vez se dirigen a Dios para pedirle ayuda.
No Me ofenden con palabrotas ni blasfemias, pero su indiferencia hacia Mí e
ignorancia de Mi, Me duele inmensamente. Esa frialdad ese pasar de Mí y de las
cosas eternas, esa apatía para lo sobrenatural, ese racionalismo, es una punzante
espada que Me atraviesa el Corazón de un extremo a otro.
Hay muchas almas así
que pasan de Dios y de las cosas celestiales. Las toman como cuentos inventados
por los curas para su conveniencia. No se han planteado nunca si todo lo
celestial es verdad y trascendente. Les da lo mismo lo que le hayan dicho, su
indiferencia hacia lo sagrado y sobrenatural es una pesada losa de mármol que
les obstaculiza el alma e impide que la gracia divina les penetre y les influya
en decisiones y entendimientos. Yo, Jesús, os hablo.
Y cuando caen
enfermos después de su largo peregrinar por el mundo, ellos viven su enfermedad
sin esperanza, solo con los tratamientos y medicaciones correspondientes, pero
para nada alzan su mirada al Cielo a suplicar humildemente ayuda a su
situación. Por eso, hijos, rogad por esas almas que en el plano humano no son
malas, ni degeneradas, pero frías como témpanos para las cosas espirituales de
las que nada, nada quieren saber.
No las emocionan ni
les hace vibrar nada espiritual, ni un cántico, ni una plegaria, ni un
testimonio, ¡NADA! Han cerrado su espíritu a todo lo sagrado y han bloqueado
las puertas de sus almas con la indiferencia, y no dejan que la gracia les
transforme y los trabaje desde dentro. Miles de oraciones y sacrificios
necesitan para convertirse y encontrar la fe, porque ellas mismas son sus
peores enemigos, ya que se cerraron herméticamente a todo lo santo y
trascendental en las cosas de Dios. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a
todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.
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