Hijos Míos,
muchos, muchos males por no decir casi todos, vienen de la soberbia del hombre
que quiere estar por encima de Dios y anteponer sus criterios a los de Él. Yo, Jesús,
os hablo.
Debéis
ser humildes, pero humildes de corazón no de apariencia. Debéis aceptar las
humillaciones no solo con resignación sino con alegría. Nunca nadie está más
cerca de Mí que cuando acepta la humillación y Me la ofrece. Aceptarlas,
insisto, con alegría, no con desagrado ni encono. Esto os lo digo a todos en
general y a cada uno en particular. Yo, Jesús, os hablo.
La
verdadera humildad la entendéis muy mal y muy pocos la amáis como la amaron Mis
grandes santos. Ahí tenéis a Santa Margarita Mª de Alacoque que amaba su propia
abyección (bajeza), pero vosotros hijos, os rebeláis contra las circunstancias
adversas que os vienen y aun hasta Me echáis en cara a Mí todo lo que os sale
mal, como queriendo que Yo sea quien os sirva a vosotros y no vosotros a Mí.
Yo, Jesús, os hablo.
La
soberbia Me repugna profundamente. Fue el pecado de Satanás y de muchos herejes.
Tratad de practicar la humildad y para saber en qué grado de humildad estáis,
basta con que analicéis como recibís las humillaciones. Invocad amorosamente y
con fe a Mi Santa Madre en las tentaciones de soberbia, pero también poned
vosotros lo que esté de vuestra parte, porque si seguís el juego a Satanás cada
vez que os tiente de soberbia, perderéis una a una todas las batallas, y cada
vez serán más asiduas y más fuertes. Así que hijos, Yo Me abajo a vosotros y os
hablo y os instruyo, pero estáis todavía muy lejos de ser la clase de cristianos
que Yo quiero que seáis, fuertes en todas las virtudes, pero sobre todo en la
humildad, madre de todas ellas. La humildad Me atrae tanto que un alma humilde
consigue de Mí muchísimas gracias para ella y para sus familiares. Yo, Jesús,
os hablo.
Nunca
pierde la paz quien es verdaderamente humilde porque sabe que todo lo permito
para que crezca en santidad. La humildad es someterse al prójimo siempre que no
os mande nada contrario a Mi gloria. A muchos de vosotros servirme a Mí les
resulta fácil, pero no les resulta fácil servir a los demás. Se humillan ante
Mí pero no lo hacen ante el hermano. Ser humildes es serlo en todo momento y
aceptar con agrado lo bueno que os reconozcan y lo malo que os corrijan. Hijos,
aprended de Mi Santa Madre y de San José que fueron humildísimos en todo
momento y pedidme esta virtud constantemente. Yo, Jesús, os hablo.
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