Si los Ángeles
estuvieran en vuestras circunstancias no dejarían a Jesús ni por un momento, y
vosotros por una visita mínima que le hacéis de vez en cuando ya os creéis
cristianos excelentes. Esto va también para los sacerdotes que siendo personas
dedicadas al ministerio divino, que fríos son, que indiferentes, que tibios
celebrando la Santa Misa y que poca vida de oración tienen. Hijos de Dios, lo que dejéis de hacer en esta vida, omitido
será por toda la eternidad, por eso, esforzaos más, ya no solo por la gloria de
vuestro Redentor, sino para méritos de vuestra alma y vuestra
salvación eterna. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Estáis
en Cuaresma pero de poco os priváis por no decir de nada. Coméis, bebéis y veis
la televisión lo mismo que cualquier época del año. Vuestros gustos son los
primeros y no debe de ser así. Las cosas de Dios deben ser las primeras y con mucha
diferencia de las vuestras, por tanto hijos, cuando el deber tengáis que
anteponerlo a las cosas espirituales, haced éstos con espíritu de oración y por
amor a Dios, y así, todo quedará convertido en oración y para la gloria de Dios
y bien de la Santa Madre Iglesia.
Todo lo
que hagáis envueltos en amor, y con espíritu de oración, todo llegará al trono
de Dios y a Él le servirá y lo aplicará al bien de las almas, de las cuales las
vuestras serán las primeras en beneficiarse. Convertid como María Santísima
todo en oración, las cosas más sencillas del hogar, los trabajos más insignificantes,
las horas de despacho, de mostrador, de conducción, todo convertirlo en oración,
y ofrecedlo a Dios Altísimo, para que Él lo devuelva como lluvia beneficiosa
para el bien de las almas y de la Santa
Madre Iglesia. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo
cree y lo pone en práctica.
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