Alabado
sea el Santísimo Sacramento del Altar. Hijos de Dios, alabad todo lo que podáis
al Señor y a Su Santa Madre, porque son millones de blasfemias que
reciben, y por mucho que lo alabéis, nunca cubrirá ni a una mínima parte de las blasfemias. Yo,
Miguel Arcángel, os hablo.
Nosotros,
los Santos Ángeles, alabamos inmensamente a Dios y a Su Santa Madre. Eternamente lo estamos alabando,
pero desde la Tierra el hedor que sube al Trono de Dios de las blasfemias,
incluso de los niños, es inmenso. Los demonios se regocijan por vuestra forma
de ser, que queréis ganar la Vida Eterna pero que muy poco hacéis para merecerla. Si no
fuera por la infinita misericordia de Dios muchos no la alcanzaríais, y aun así, muchos se condenan porque han dejado
enfriar su fe y han antepuesto las cosas
mundanas a las de la fe. Por tanto hijos, orad y orad y orad sin desfallecer. Mientras
hacéis otros quehaceres podéis alabar una y otra vez a Dios Altísimo, mientras
camináis, mientras conducís, ya se os ha dicho otras veces, pero yo os lo
vuelvo a decir para que le deis más importancia de lo que le estáis dando. Yo,
Miguel Arcángel, os hablo.
Ofreced
Santas Misas en reparación de los ultrajes e ignominias que recibe el Señor,
sobre todo en la Eucaristía. Antes la blasfemia era vocal pero ahora es de
acción y hasta está legalizada. Hijos de Dios, no os dejéis embaucar por las
cosas del mundo y no ignoréis estas cosas que os digo cuya gravedad no conocéis
tal y como es. La ira de Dios está a punto de desatarse contra esta generación
perversa y satánica que da más culto al demonio que a Dios, y esto es una
injusticia contra Dios inmensa.
Sed (auténticos)
hijos de Dios y honrad a vuestro Padre Celestial, a vuestro Hermano Jesús, a
vuestra Santa Madre María, cuya intercesión es constante por todos vosotros y
por cada uno en particular. Nunca nadie que la invocó salió defraudado. Así
pues, hijos de Dios, tomad buena nota de lo que os digo y considerad que si
vosotros no alabáis a Dios ¿quién lo hará? Alabadlo, alabadlo y no os canséis
de hacerlo. Yo, Miguel Arcángel, Príncipe Celestial os lo pido. La paz de Dios Altísimo
esté siempre con todos vosotros.
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