Hijos de Dios, cuanto mira vuestro Padre
Celestial por vosotros y que poquito lo honráis ni siquiera con una alabanza en
meses. Yo, María Santísima, os hablo.
Si supierais el amor inmenso que os tiene
la Santísima Trinidad no daríais crédito, porque ni vosotros podéis amar así a
vuestros propios hijos. Pero el enemigo mortal de las almas os mete la cizaña y
os envenena el alma con ideas y deseos mundanos, con engaños, con tentaciones
en las que casi siempre caéis, y perdéis tantas y tantas gracias constantemente.
¡Qué pena! porque esas gracias ya no las recuperareis. Yo, María vuestra Madre,
os hablo.
Grande es Mi amor por vosotros pero
el que os tiene la Santísima Trinidad es insondable e inimaginable. No existen
palabras humanas para explicar la grandeza del amor de Dios Uno y Trino a las
almas. Pero hijos, criaturas limitadas y pobres de conocimientos, debéis de
pensar y meditar de vez en cuando que esta vida es pasajera y que la que vendrá
no tendrá fin, y debéis vivir sembrando para el Más Allá que llegará para
todos, ricos y pobres, sabios y torpes. Hijos, os damos estos comunicados con el
fin de ayudaros a caminar más acertadamente y guiaros por las sendas del amor
divino que son eternas, pero no, no salís de vuestros criterios y deseos
materiales y terrenos. Las gracias que os envía el Espíritu Santo poco os auxilian,
porque la mayoría las malográis una y otra vez. Yo, María Santísima, os hablo.
Muchos de los que leen estos mensajes,
si fueran más fieles a las gracias que reciben de Dios, llegarían a ser grandes
santos y arrastrarían hacia la Vida Eterna a muchas otras almas. Pero hijos,
aparte de la cizaña que os mete el Tentador, vosotros tampoco tenéis voluntad
de salir de vuestra desidia y de vuestro relajamiento espiritual que para nada
os santifica.
Yo Soy Madre de Misericordia y os amo
a todos por pecadores que seáis, pero también deseo por encima de todas las cosas
la gloria de Dios Altísimo en sus tres Divinas Personas: Padre, Hijo e Espíritu Santo. Por eso os pido, os sugiero, que
hagáis alguna vez un poco de meditación pidiendo la luz del Espíritu Santo para
que os ilumine y os ayude a dar un paso adelante en lo que a la vida espiritual
se refiere. Yo, María vuestra Madre, os hablo y os instruyo. La paz de la Santísima
Trinidad esté con todos vosotros.
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