Estimados hijos en el Señor. Soy José
esposo de la Santísima Virgen, y me dirijo a vosotros en este día en que me honráis
los trabajadores. Deseo deciros que estoy siempre a vuestra disposición en todo
lo que me queráis pedir. Yo intercedo constantemente por la Santa Madre Iglesia
y deseo que todos los católicos sean dignos hijos de Dios, estén en donde
estén. Sabéis de mi vida por revelaciones privadas y por escritos, y sabéis que
lo que dice el Evangelio de mí aunque es poco es para vosotros un ejemplo a seguir.
Esa fe y obediencia ciegas que tenía me valió a aceptar a mi esposa en su
gestación y también a coger al Niño y a la Madre y huir a Egipto, sin plantearnos
siquiera de que íbamos a vivir, sabiendo que la Providencia de Dios nunca abandona
a los que le sirven y obedecen.
No hagáis tantos cálculos en vuestras
vidas, porque lo único que verdaderamente interesa es servir a Dios y
obedecerle hasta en lo más insignificante. Fiaros de Él como Padre amoroso que
es, que todos los bienaventurados y Ángeles del Cielo intercedemos por vosotros
continuamente, y mucho más aún, si nos invocáis y nos lo pedís por medio de
Misas, novenas u oraciones. Yo, José, el esposo de María Santísima, os habla.
Mi vida no fue fácil y tuve que
padecer también mis tribulaciones, pero mi vida al lado del Mesías y de su Santísima
Madre fue dichosa, porque no me sentía merecedor de ser el que cuidase de
ellos. Ahora en el Cielo gozo en plenitud de ellos y de la dicha de estar ante
la Santísima Trinidad, algo que no podéis imaginar el gozo que supone para el
alma bienaventurada.
Invocadme, hijos de Dios, para los moribundos
para que tengan una muerte santa y se salven, es lo único que de verdad importa,
salvarse, y para ello hay que predisponer la salvación viviendo una vida de
santidad constante, salvando los obstáculos que el Maligno os pone, y tratando
de ser constantes en los compromisos espirituales que os imponga vuestros
directores o las inspiraciones del Espíritu Santo. Sed dóciles, hermanos en
Dios, a la gracia, porque una gracia no malograda trae otra gracia y así hasta una
cadena de gracias. Yo, José, el esposo de María Santísima os hablo y os bendigo en el nombre de la Santísima Trinidad.
Paz a todos vosotros.
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