Hijos de
Dios, en vuestra sociedad quien hace un delito lo paga. Yo, Jesús, os hablo.
Sí hijos
sí, quien hace el mal y se le descubre, se le denuncia y se le sanciona bien
con cárcel o con multas, pero Yo hijos, veo cada día el mal que Me hacéis atacándome,
odiándome, injuriándome, y no solo no os castigo sino que espero pacientemente vuestro
arrepentimiento, para que cuando tenga que haceros justicia ésta sea lo más
leve posible. Yo, Jesús, os hablo.
Como
dicen las Escrituras Soy lento a la cólera (Salmo 144, 8) y espero siempre pacientemente
que el pecador se arrepienta y vuelva a Mí. Pero cuando esto no sucede, con
mucho dolor por Mi parte, con acusado sufrimiento por parte de Mi Santa Madre y
de todos Mis bienaventurados, no Me queda más remedio que castigar al pecador o
en esta vida o en la otra, y mejor para él seria que lo castigase en esta vida,
porque el castigo de la otra es inmenso comparado con lo que pueda sufrir en esta.
Hijos,
os habéis acostumbrado de tal forma a hacer el mal, a daros gusto en todo egoístamente
pese a quien pese, que ya no sabéis distinguir entre lo que es un mal de un bien.
Porque para vosotros un bien es un mal para otros, y buscáis vuestra satisfacción
sin tener en cuenta el daño que podáis hacer a otras personas o a Dios. Yo como
Dios lo veo y lo sé todo, desde los más recónditos pensamientos. Todo lo sé,
todo lo veo y también sé el grado de malicia que hay en vuestros actos, y lo
mismo veo las buenas intenciones de otros muchos actos. Pero hijos, vosotros
debéis pedir luz a Mi Santo Espíritu para que Él os guie y os marque las pautas
a seguir, que si tenéis verdadero deseo de enmendaros no se os negará esa
gracia. Yo, Jesús, os hablo.
Ayudaos
unos a otros con oraciones y penitencias. Las penitencias las tenéis muy abandonadas.
No se trata de poneros un cilicio o de andar descalzo por un camino escabroso,
se trata de aceptar y ofrecer en cada momento las malas rachas que os vienen
sean de la índole que sean, económicas, familiares o de salud. Todo aprovecha
al alma que de verdad quiere enmendarse y cambiar de vida, pero aquel o aquella
que no se plantea ni siquiera su salvación eterna, esas personas están en peligro
de condenarse eternamente si no hay quienes recen y se sacrifiquen por ellas o
no se enmiendan. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.
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