Hijos Míos sacerdotes,
siervos de Mi divino Corazón, os pido y deseo que procuréis la unidad de todos los
cristianos y Me tengáis a Mí como el centro y la Cabeza de todo, porque Yo, Jesús,
no solo Soy vuestro Redentor sino que también Soy vuestro Dios. Yo, Jesús, os
hablo.
Muchas desuniones podéis
arreglarlas vosotros si vivís en estrecha comunión Conmigo. Quiero sacerdotes
muy santos y muy entregados a su ministerio y enamorados de Mí. Cuando las almas
en sus vidas sufren desdichas de rupturas matrimoniales, fracasos, desalientos y toda
clase de amarguras, muchas de ellas van a los sacerdotes, y como muchos de
vosotros estáis tan flojos en la fe y en la disponibilidad en Mis asuntos, las dejáis,
y se van sin ver en vosotros el amor y la comprensión que esperaban. Debéis de
ser pacientes y buenos consejeros. Invocad a Mi Santo Espíritu cuando un alma
se os acerque y os cuente problemas conyugales y penas familiares o profesionales.
Yo sé que muchos de vosotros no les vais a arreglar el asunto de trabajo o
demás, pero al menos podéis reconfortarlas y ayudarles a llevar sus cruces
escuchándolas con interés y amor. Yo, Jesús, os hablo.
Que
todos seáis uno como Yo y el Padre Celestial somos uno (Jn 17,21). En
el Cielo queremos la unidad de los cristianos, pero una unidad cimentada en Mi
doctrina y Santo Evangelio, no una unidad de cualquier forma y solo de apariencia,
sino una verdadera unidad de corazones y de fe, porque eso sería una grandísima
fuerza contra el mal satánico que cada vez tiene más partidarios y toma más
terreno en todos los ámbitos. Así que sacerdotes Míos, sed pacientes,
tolerantes, emplead vuestro tiempo en escuchar y enjugar lágrimas, en socorrer
las amarguras de vuestros feligreses y tratarlos como Yo los trataría, con amor
y misericordia, tanto si son culpables de lo sucedido como si no lo son, porque
alguno será culpable, otros serán víctimas, pero vosotros debéis querer tanto
al que es culpable como al que es víctima, y no entrar en discusión en lo que
os cuenten ni aumentar la culpabilidad del que lo sea, ni tampoco aumentar la
tragedia del que sufre injustamente. Hijos, dad paz a quienes se acerquen a
vosotros. Esto va también para los seglares que se encuentren en semejantes
circunstancias. Yo, Jesús, os hablo.
Sé que necesitáis Mi
gracia en vuestro ministerio y no os la voy a negar, pero hijos, esforzaos un
poco más en ser verdaderos sacerdotes Míos, que la gente diga ¡salí
reconfortado! Así que revestíos con la coraza de la oración y la penitencia, y
poned en Mis manos todo lo que se os presente para que Yo os ayude en cualquier
asunto que tengáis que discernir con las almas. Yo, Jesús, os hablo y os
instruyo.
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