Nos quejamos de que el mal ha tomado una gran dimensión en todos los colectivos, pues se ha perdido la conciencia de pecado. Consecuencia de esto es el alejamiento de Dios. Nos hemos apartado de Él y vamos a nuestro arbitrio. La Virgen, que vivió tan unida a Dios, nos da el consejo para evitar todo esto, consejo que no podemos relegar: HACED LO QUE ÉL OS DIGA. Y sólo cuando hagamos lo que Dios nos dice, las cosas cambiarán. Mientras, el mal seguirá avanzando. Acatemos pues lo que la Virgen nos dice, Ella nos ayudará. contador de visitas

4 de enero de 2018

LAS COSAS TERRENALES A LA TIERRA PERTENECEN Y LAS CELESTIALES DEL CIELO SON



Alabado sea Dios: Hijos amados de Mi Corazón Inmaculado. Un año nuevo que comienza y vosotros no comenzáis a reconvertiros porque nunca tenéis  tiempo ni ganas para Dios. Yo, María Santísima, os hablo.

Luego venís a Mí a pedirme gracias para vuestros intereses, intereses que nunca son los de Dios, y Yo deseo ayudaros, pero ante todo, deseo que pongáis a Mi divino Hijo el primero en  vuestras vidas, y apenas tendríais que pedir nada, porque todo se os daría por añadidura. Poner a Dios el primero de todo trae un sinfín de gracias, unas visibles, otras invisibles, pero todas beneficiosas para vuestras almas.  Por eso hijos, lo primero que Me tenéis que pedir es el amor a Dios, amor incondicional y leal para que os alcance todas las gracias que ello trae consigo. 

Si un Ángel no amara lo primero a Dios ese Ángel no gozaría del Cielo como lo gozan todos. Porque primero es Dios y eso es lo que hace que el Cielo sea Cielo, porque si en el Cielo el primero no fuera Dios, no sería Cielo ya que entonces habría diferencias entre los Ángeles y los bienaventurados. Pero como todos a una aman lo primero a Dios, entonces cada cual disfruta del Cielo según sus merecimientos, pero el gozo mayor que tienen es el amor de Dios y su visión beatífica. Yo, María Santísima, os hablo.

En la Tierra podían ser las cosas igual si pusierais a Dios el primero en vuestras vidas. Tendríais pruebas sí, pero para mayor corona. Yo también sufrí a pesar de ser la criatura más perfecta que ha existido nunca jamás, y sin embargo,  ahora esas pruebas son las que Me han dado la corona que tengo en el Cielo como Reina de los mártires.

Hijos, las cosas terrenales, caducas son. No os apeguéis a nada de lo terreno. No digo que lo rechacéis, porque muchas veces os hacen falta para cumplir con los deberes familiares y profesionales, os digo que no os apeguéis, que las cosas terrenales a la Tierra pertenecen, y las celestiales del Cielo son. Por eso hijos, amadísimos Míos, pedidme primero las cosas celestiales y ya procuraré Yo que no os falte lo necesario para vivir una vida digna y santa aunque carezcáis de algunas cosas, pero que ninguna será necesaria para la salvación eterna.

Yo viví en una época donde no había la tecnología que ahora tenéis ni los avances de que disfrutáis, todo era más rudo y más fatigoso de sobrellevar, pero el amor a Dios todo lo podía porque por Él todo lo hacía con mucho amor y gusto y veía en ello Su santa voluntad. Hijos, vivid en paz, pero en la paz de Dios, la paz no está fuera del alcance de los misiles o de las armas nucleares, la paz está ante todo  en vuestro interior,  en armonía con vuestra conciencia y con Dios. Yo, María Santísima, os hablo y os instruyo. La paz de Dios esté en vuestras vidas para siempre.








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