Alabado sea Dios: Hijos
amados de Mi Corazón Inmaculado. Un año nuevo que comienza y vosotros no comenzáis
a reconvertiros porque nunca tenéis
tiempo ni ganas para Dios. Yo, María Santísima, os hablo.
Luego venís a Mí a
pedirme gracias para vuestros intereses, intereses que nunca son los de Dios, y
Yo deseo ayudaros, pero ante todo, deseo que pongáis a Mi divino Hijo el
primero en vuestras vidas, y apenas
tendríais que pedir nada, porque todo se os daría por añadidura. Poner a Dios
el primero de todo trae un sinfín de gracias, unas visibles, otras invisibles,
pero todas beneficiosas para vuestras almas. Por eso hijos, lo primero que Me tenéis que
pedir es el amor a Dios, amor incondicional y leal para que os alcance todas
las gracias que ello trae consigo.
Si un Ángel no amara lo primero a Dios ese Ángel no gozaría del Cielo como lo gozan todos. Porque primero es Dios y eso es lo que hace que el Cielo sea Cielo, porque si en el Cielo el primero no fuera Dios, no sería Cielo ya que entonces habría diferencias entre los Ángeles y los bienaventurados. Pero como todos a una aman lo primero a Dios, entonces cada cual disfruta del Cielo según sus merecimientos, pero el gozo mayor que tienen es el amor de Dios y su visión beatífica. Yo, María Santísima, os hablo.
Si un Ángel no amara lo primero a Dios ese Ángel no gozaría del Cielo como lo gozan todos. Porque primero es Dios y eso es lo que hace que el Cielo sea Cielo, porque si en el Cielo el primero no fuera Dios, no sería Cielo ya que entonces habría diferencias entre los Ángeles y los bienaventurados. Pero como todos a una aman lo primero a Dios, entonces cada cual disfruta del Cielo según sus merecimientos, pero el gozo mayor que tienen es el amor de Dios y su visión beatífica. Yo, María Santísima, os hablo.
En la Tierra podían
ser las cosas igual si pusierais a Dios el primero en vuestras vidas. Tendríais
pruebas sí, pero para mayor corona. Yo también sufrí a pesar de ser la criatura
más perfecta que ha existido nunca jamás, y sin embargo, ahora esas pruebas son las que Me han dado la corona
que tengo en el Cielo como Reina de los mártires.
Hijos, las cosas
terrenales, caducas son. No os apeguéis a nada de lo terreno. No digo que lo rechacéis,
porque muchas veces os hacen falta para cumplir con los deberes familiares y profesionales,
os digo que no os apeguéis, que las cosas terrenales a la Tierra pertenecen, y
las celestiales del Cielo son. Por eso hijos, amadísimos Míos, pedidme primero
las cosas celestiales y ya procuraré Yo que no os falte lo necesario para vivir
una vida digna y santa aunque carezcáis de algunas cosas, pero que ninguna será
necesaria para la salvación eterna.
Yo viví en una época
donde no había la tecnología que ahora tenéis ni los avances de que disfrutáis,
todo era más rudo y más fatigoso de sobrellevar, pero el amor a Dios todo lo
podía porque por Él todo lo hacía con mucho amor y gusto y veía en ello Su
santa voluntad. Hijos, vivid en paz, pero en la paz de Dios, la paz no está
fuera del alcance de los misiles o de las armas nucleares, la paz está ante
todo en vuestro interior, en armonía con vuestra conciencia y con Dios.
Yo, María Santísima, os hablo y os instruyo. La paz de Dios esté en vuestras
vidas para siempre.
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