Hijos Míos,
no os apeguéis a los bienes terrenales, mucho menos los ambicionéis, porque ellos
no os salvarán de la perdición eterna. Yo, Jesús, os hablo.
Desead
los bienes celestiales que son los que os dan la paz en esta vida y la gloria
en la otra, pero no seáis mundanos ni en vuestros deseos ni en vuestros hechos.
Cada uno aspira a lo que lleva en su corazón, y si en su corazón lleva ambición
terrenal, aspira a las cosas terrenales, o conseguir llegar lejos en el estatus
social. Pero si llevan en su corazón amar a Dios y a Su Iglesia, entonces aspiran a las cosas celestiales e
ignora las del mundo. Yo, Jesús, os hablo.
Estas
son gracias que Yo os concedo según vuestras disposiciones y los medios que empleáis
para santificaros. Es una señal inequívoca de que un alma vive en Mí cuando las
cosas del mundo no le atraen y mucho menos las ambiciona. Es bueno desear
ascender en el trabajo y conseguir puestos mejores, pero sin obsesionarse ni
apegarse a ellos, solo por mejorar socialmente y así favorecer más y mejor a la
familia. Yo, Jesús, os hablo.
Yo viví
en la Tierra y pudiendo haber tenido todo por Mi omnipotencia y dignidad, no quise
NADA solo hacer a cada instante la voluntad de Mi Padre Celestial. Porque la
vida que no termina es la que hay después de la muerte, para bien o para mal. Por
eso, debéis vivir ya desprendidos de deseos y honores mundanos que para nada os
van a santificar. Hijos, entended adecuadamente Mis enseñanzas, no solo las que
os di de palabra sino las que os di con el ejemplo.
Escogí
el sufrimiento para redimiros por voluntad de Mi Padre Eterno, aunque cualquier
otro medio hubiera valido por Mi dignidad divina, y vosotros, no sabéis padecer ni un tiempo de
prueba o sufrimiento porque vivís muy apegados a las cosas del mundo y al bienestar,
y el sufrimiento os asusta y os produce rechazo porque no estáis totalmente configurados
Conmigo, de ahí, vuestra repugnancia a sufrir. Yo, Jesús, os hablo y os
instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.
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