Hijos de Dios, debéis
de ser todos como sacerdotes y evangelizar a las almas sin cansaros nunca. Yo, Jesús,
os hablo.
Estamos en tiempos de
apostasía y debéis de sembrar la buena semilla divina, para que las almas tomen
el alimento verdadero el cual les regenerará. No todo lo que se predica sirve.
Ajustaros estrechamente al santo Evangelio donde Mi divina y santa Palabra da vida y
la da en abundancia (Jn 10,10) Yo, Jesús, os hablo.
Son tiempos difíciles
los que vivís pero en Mi Santa Iglesia siempre y en todas las épocas ha habido tiempos
difíciles. Vosotros los que Me seguís y Me sois fieles, sembrad hijos, sembrad
la buena semilla y dad de comer al hambriento espiritualmente, porque las almas
se secan por falta de riego y de sano alimento. Y si esto os lo pido a vosotros
los seglares, con mucha más razón lo pido a los sacerdotes, cuyo ministerio y
celo apostólico debe ser principalmente Mi gloria y el bien de la almas.
No os pido cosas
imposibles porque sabéis de sobra que Mi gracia siempre la tendréis, pero para que
las semillas que sembréis dé buenos frutos, vosotros mismos debéis de llevar
una vida digna y santa donde vuestro ejemplo mueva a la almas. Llenad vuestras
vasijas del verdadero alimento de Dios: el Evangelio, la Santa Biblia, el
Magisterio de la Iglesia, etc. y dejaros de libros mundanos y paganos que os
envenenan en vez de formaros. Yo, Jesús, os hablo.
Pensad lo que Yo haría
en vuestro lugar, con vuestra edad, en vuestro estado de vida y en vuestra
situación. Rogad por las almas pero también sembrad en ellas. No desperdiciéis
ni una sola ocasión de echar en ellas la buena semilla, y aunque aparentemente parezcan
indiferentes a la misma, llegará un momento en que esa semilla dará su fruto,
porque Yo, hijos, secundaré con Mi gracia y Mi misericordia aquello donde
vosotros no alcanzáis y desearíais hacer, lo mismo en vuestras familias, que en
vuestras amistades, que en los grupos de oración y en parroquias.
Por tanto, hijos, sed
apóstoles, apóstoles de los últimos tiempos, pero que no os falte ni el celo,
ni el amor a Mi Santa Madre, ni el deseo de ayudar a las almas en su reconversión
y en su santidad. Yo, Jesús, os hablo. Paz a todo aquel que leyendo este
mensaje lo cree y lo pone en práctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario