Hijos de Dios, tomad
conciencia de que tenéis un alma que salvar y que nadie la va a salvar por
vosotros, es tarea vuestra, y aunque la gracia de Dios no os va a faltar,
vosotros debéis esforzaos para poner todo lo que esté de vuestra parte. Yo, María
Santísima, os hablo.
No habléis tanto en
negativo que os pasáis la vida criticando y murmurando de todo el mundo, incluso,
hijos, de vuestros familiares, inclusive a vuestros pensamientos os llegan
criterios desfavorables de tal o cual persona y faltáis con ello a la caridad.
Debéis confesaos también esas cosas negativas que pensáis de tal o cual
persona, porque vosotros no sois perfectos y también os queda mucho que
recorrer para la perfección.
No seáis negativos a
la hora de hablar ni cuando hace frio ni cuando hace calor. No os quejéis tanto
del tiempo, del cansancio, de los gobernantes, de los jefes, de los profesores.
Sed almas más caritativas y más parecidas a Jesús que amaba a todos por igual,
y si bien tenía que amonestar a alguien lo hacía por su bien y a veces en público
para que vieran que a esas almas no había que imitarlas. Yo, María Santísima,
os hablo.
Estamos en el mes que
Me tenéis dedicado y Me ofrecéis novenas, cánticos y flores. Me agrada que lo
hagáis pero más Me agradaría que las flores que Me ofreciereis fueran hacer
un esfuerzo mayor para perfeccionaros, para frenar vuestra lengua, para hablar más
en positivo que en negativo, porque todo lo cizañáis con vuestra negatividad e influís
en quienes os escuchan. Y esto lo digo también para aquellas personas que llevan
una vida de piedad, pero luego tropiezan en las mismas cosas que los que no la
llevan.
Hijos, debéis de
edificar más a quienes os conocen y a quienes convivís con ellos, porque si vosotros
que lleváis una vida de piedad os ven con tanta imperfección, no solo no trasmitís
fe sino que la anuláis en quienes la tienen débil. Sed pues, hijos, almas que edifiquéis,
almas que os vean y alaben a Dios, no basta con llevar una vida de piedad, tenéis
que ser consecuentes con esa vida en todo momento, dentro y fuera de la Iglesia
y así honrareis a vuestro Padre Celestial que todo lo ve y que os mira constantemente.
Yo, María Santísima, os hablo y os instruyo.
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