Hijos queridos de Mi Inmaculado Corazón. Aquí Me tenéis
dispuesta a ayudaros en todo lo que no le quite gloria a Dios y os sirva para vuestra
santificación personal. Mi Corazón es purísimo pero no os olvidéis que es el Corazón
de una Madre y una madre nunca abandona a sus hijos.
Nadie que se acerque a Mí se verá nunca jamás defraudado,
pero hijos, no busquéis solo vuestros intereses sino los de Dios primero, y después
los vuestros se os darán por añadidura, siempre y cuando no vayan en contra de
la gloria de Dios y de vuestra santificación personal. Yo, María Santísima,
vuestra Madre os hablo.
Viene Pentecostés y debéis pedir y preparaos para
recibir al Espíritu Santo, ¡qué mejor que Conmigo al lado! Tal y como lo
hicieron los Apóstoles, vosotros debéis también acogeros a Mí y refugiaros en Mi
Inmaculado Corazón, hoy que es primer sábado de mes y algunos lo celebráis.
Yo pido por vosotros constantemente a Dios porque veo
que os cuesta muchísimo subir la cuesta de la perfección, pero ya vuestro
esfuerzo e interés os vale y os santifica aunque a veces no avancéis nada en lo
que os proponéis. Dios ve las intenciones, el verdadero deseo de querer ser
santos y si lo intentáis una y otra vez, y una y otra vez caéis en la misma
piedra, a Dios le vale vuestra voluntad y el deseo de volver a intentarlo. La
santidad es una labor de días, meses y años, una labor de toda la vida, porque todos
los instantes tenéis que santificarlos, no sólo un día de precepto sino todos los
instantes. Tenéis que cumplir con la mayor perfección posible con vuestros
deberes de estado y profesión. Tenéis que ser caritativos con los de vuestro
entorno sin criticaros ni murmurar unos de otros. Hijos, ser santos es una
labor de toda la vida, pero no es tan costoso como creéis si ponéis el esfuerzo
de vuestra parte y sois fieles a la gracia de Dios. Yo, María Santísima, os
hablo.
Si a un niño pequeño que se emplea en andar se cae una
y otra vez, no por eso dejáis de amarlo y de ayudarlo a que intente caminar
como debe de ser. Lo mismo le pasa a Dios con vosotros. Ve vuestra voluntad
sincera de querer mejoraros, de querer vencer tal y cual defecto, y si aun así caéis
en lo mismo, no por eso Él os deja de amar, ni tampoco os va a negar la gracia
para que lo intentéis de nuevo. Por tanto, hijos, animaos a seguir luchando
contra vosotros mismos, vuestros vicios y malas costumbres, al final venceréis
con la ayuda de Dios y lo poquito o mucho que pongáis de vuestra parte, y sobre
todo, si acudís a Mí, Yo vuestra Madre, no os dejaré. Alabado sea Dios. Yo, María
Santísima, os hablo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario