Hijos amados de Mi
divino Corazón, muchos de vosotros rezáis y rezáis y rezáis constantemente por
vuestros familiares y por vuestras situaciones enredadas y, os da la sensación
que el Cielo no os escucha. Yo, Jesús, os hablo.
Pero no es así,
hijos, no es así. El Cielo siempre escucha, incluso aunque no merezcáis que os
escuchen. Pero el Cielo sabe el momento oportuno para concederos lo que pedís,
aunque vosotros queréis que todo sea cuanto antes. El haceros esperar es por
vuestro bien y no por castigaros. A veces la impotencia que sentís es más fructífera
que los mismos rezos, porque esa impotencia os hace humildes, pacientes, y os
hace aceptar Mi voluntad cueste lo que cueste.
Vedme hijos Míos, vedme crucificado en la Cruz, clavado de pies y manos. ¡Que impotente era en esos momentos!
¡Que dolor el de Mi Santa Madre y el de Mis amigos! Y sin embargo, en esos
momentos en que más anulado estaba es
cuando más provechosa era Mi impotencia porque estaba haciendo la obra de la Redención,
obra universal y para todos los siglos y que nunca jamás nadie hará ni podrá hacer,
porque ya la hice Yo ante Mi Padre Celestial y, valdrá para todos los siglos
que dure la Humanidad. Yo, Jesús, os hablo.
La impotencia de un
alma no siempre es estéril, no hijos no, Yo valoro todo. Valoro como aceptáis
lo que dispongo, valoro vuestra humildad y paciencia en saber esperar, valoro
vuestra perseverancia en seguir pidiéndome lo que deseáis -que la mayoría de
las veces es la conversión de vuestros familiares-. Valoro todo hijos, porque
vuestras actitudes a Mi voluntad son importantes y no es lo mismo aceptar una
situación con mal humor, renegando o quejándose, que hacerlo con mansedumbre y diciéndome en
todo momento “pero no se haga mi voluntad
Señor, sino la Tuya” (Lc 22,42). Yo,
Jesús, os hablo.
No tengáis prisa, tened
perseverancia en lo que pedís y ofreced también aparte de rezos, sacrificios,
porque la oración y la penitencia son dos alas que elevaran vuestras peticiones más rápidamente
al Cielo. Y si aun así tardamos en concederos lo que pedís, seguid teniendo fe
y perseverancia, porque nadie como el Cielo sabe lo que os conviene para que lo
que pedís sea fructífero y para mayor gloría de Dios. Yo, Jesús, os hablo.
Nunca os olvidéis que
nadie os ama como Yo, porque lo que desea Mi enemigo mortal es meteros la
cizaña del desaliento, de haceros creer que no os amo, que no os oigo, que os
ignoro, y no hijos no, nada más lejos, Mi
amor es infinito y eterno y ni un solo instante os dejo de amar, incluso aunque
hayáis sido o seáis grandes pecadores. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Mi paz
a todos lo que leáis estos mensajes.
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